2011/01/24

El ataque a las pensiones públicas. ANALISIS de Isabel OTXOA y Mikel DE LA FUENTE. Profesores de la UPV-EHU

La conmoción social que ha levantado el anuncio de reforma de las pensiones de jubilación demuestra que la vejez que nos espera, y cómo vivirla lo mejor posible, es una preocupación general. El poder financiero lleva años poniendo de relieve el envejecimiento de la población y su incremento futuro y, con alguna que otra trampa en las estimaciones, los datos son innegables. Lo que nos separa son las consecuencias que se deben extraer del fenómeno. El que vivamos muchos años por encima de los 65 genera algunas necesidades de atención que deberían formar parte de las prestaciones de la protección social y que amplían la exigencia de una buena vida en la vejez, más allá de la cuantía de la pensión de jubilación.
Las limitaciones importantes en la capacidad de autocuidado, eso que llamamos dependencia, no están ni de lejos cubiertas por el sistema de protección social y no hay pensión de jubilación suficiente para proveer el cuidado personal privado. En esta situación de dependencia las mujeres doblan a los hombres por su mayor longevidad. Por ahora, el ahorro en el sistema de protección a la dependencia se realiza a costa del cuidado que proporcionan mujeres, gratuitamente, o cobrando la prestación económica por cuidado en el entorno familiar, que no llega ni al salario mínimo y se da casi en el 50%. Esta prestación se recortó en el decreto de mayo de 2010 para la reducción del déficit público.


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